…Primero llegaron los inofensivos, los superficiales, los iniciáticos; esos besos de explorador tembloroso. Siguieron los besos robados, los dulces y tiernos; besos pueriles, a escondidas, apresurados.
Tiempo después, la cercanía se hizo líquida y los besos largos y revueltos. Nos volvimos expertos el uno del otro, en bocas y sabores. Maestros de jadeos y calores. Eran besos que quemaban el tiempo y agotaban la paciencia. Besos con dientes, caníbales hambrientos.
Entonces aparecieron los lujuriosos que calientan el rostro, besos que movilizan las manos y empujan la carne. Besos viajeros del cuerpo.
Aquellos días nos bebíamos hasta que el ardor del cuerpo se pintaba en torno a nuestros labios.
Así completamos el catálogo de besos…
Tatiana Yedid
Octubre, 2017
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¡Encantador!
Que deleitante leerte.
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