Aristóteles dedica el libro octavo a abordar la amistad en su trabajo ética nicomáquea, al parecer porque piensa que es una virtud o está acompañado de virtud, de la misma manera en la cultura occidental encontramos que las relaciones afectivas unidas por el amor promueven posturas virtuosas y acciones buenas para el ser amado, de manera que poco se discute al interior de las relaciones unidas por el “amor” si esto es real, ante lo que parece una epidemia de relaciones más superficiales, más liquidas citando a Zygmunt Bauman, y las fuertes evidencias de la constante violencia que se vive dentro de las relaciones, ha surgido una corriente reclamando una responsabilidad afectiva. ¿Es la responsabilidad afectiva el elemento olvidado en las relaciones que deberían ser virtuosas? ¿El amor entre las personas es suficiente para que estas sean más morales?
Si leemos con detenimiento a Aristóteles encontraremos algunos planteamientos importantes al respecto, antes incluso que Bauman hablara sobre las dificultades de las relaciones, pero extenderemos sus enseñanzas sobre la amistad a un significado de relación afectiva, donde los dos individuos se aman y evitaremos entrar en la discusión sobre el concepto del “amor” que también es necesaria, pero excede el alcance de este planteamiento, usaremos una concepción de amor dual, un constructo social tanto como un fenómeno biológico.
Aristóteles encontraba virtuosa a la amistad cuando los integrantes eran benévolos, es decir deseaban el bien del otro de manera recíproca, esto en la medida que se quieren, a esto le llama la amistad perfecta, que es la amistad entre personas buenas e iguales en virtud. Pero también nos habla sobre la amistad limitada, en la que puede haber una relación por utilidad o por placer, y donde podría presentarse cierta virtuosidad, pero también ciertos vicios.
Aristóteles explica que las relaciones que se dan en la desigualdad, con el motivo de obtener un beneficio mutuo, que puede ser una utilidad o placer, tienden a terminar muy rápido, parece que coincide justo con Bauman quien encuentra una orientación de la modernidad hacia la utilidad, pues ahora todas las acciones de los occidentales parecen comportarse como transacciones similares al sistema económico capitalista que nos rige. Por otro lado, su enfoque en la amistad tiene el mismo enfoque de su ética y es proclive a la misma crítica, una ética de perfecciones, que ha trascendido en el discurso hasta la actualidad y genera un fenómeno de inconsistencia. El amor en su dimensión social ha evolucionado de estos planteamientos, pero solo de manera discursiva, al parecer la perfección la crea el amor y no los individuos benévolos, de manera que la inconsistencia radica en aquellos que consideran que aman virtuosamente, se asumen benévolos por el simple hecho de amar, cuando su vínculo afectivo puede ser superficial o utilitario, pero sus emociones intensas.
Recordemos que para Aristóteles hay un enfoque pragmático, que no puede faltar en este planteamiento, entendamos que amar de manera perfecta para ser una virtud requeriría de tiempo, de una trabajo que precede al desarrollo de cualquier habilidad, esa parte está completamente olvidada en la formación de los seres amorosos actuales, los mitos románticos hablan de las maravillas afectivas despertadas por el amor, y en la experiencia de vida la dimensión biológica del amor confunde la razón, terminamos asumiendo que amamos pero viviendo un sentimiento que se expresa en una relación utilitaria, de propiedad, de exclusividad, de violencias activas y pasivas, celotipias típicas de los dramas amorosos de cualquier nivel.
Parecería razonable que los participantes actúen de manera responsable sobre las interacciones con su amado, sería una expresión de benevolencia como plantea Aristóteles, si por responsabilidad afectiva entendemos este tipo de respuesta, una donde nuestras acciones buscan el bien del otro, sin embargo, el amor por sí mismo no crea esta actitud responsable, es el individuo moral que vive el amor como un motivante a esas actitudes. Desafortunadamente no todos sabemos como amar en ese nivel de perfección.
Prepararnos para saber amar no existe en la mitología del amor romántico, tampoco para los que consideran a este sentimiento como ideal, ni en las ideologías que se apoderan del amor como una especie de purificador trascendental, sin embargo, las estadísticas de divorcios, asesinatos pasionales, de feminicidios en la familia y violencia hacia los niños nos deberían de hacer sospechar que no todas las personas experimentan el amor moralizador, la consolidación de las relaciones utilitarias o líquidas también podría ser otra pista para considerar si debe ser necesario aprender a transformar el amor que experimentamos a el amor virtuoso que asumimos es capaz de hacernos buenos, si tenemos que aprender entonces no creo que la responsabilidad afectiva sea lo único que tengamos que desarrollar, aunque si un paso más de una serie de acciones para ser mejores personas.
La complejidad de abordar el amor es, desde mi punto de vista, la realidad de cómo se vive, bajo todo el constructo social que se apodera de este para crear estructuras sociales y políticas como matrimonios y familias, por otro lado, la ficción del amor romántico, que es alimentada siempre desde el imaginario, la íntima relación del amor con el placer, y toda la dimensión biológica en donde pertenece el enamoramiento y los deseos reproductivos. A este fenómeno lo queremos también reconocer como virtuoso, es fácil confundir que parte del amor es virtuosa ante esta complejidad, sin embargo, un enfoque ético puede extraer de esta complejidad exactamente como convertir al amor en una virtud pero insistiendo en mi planteamiento, es peligroso pensarlo a la inversa, no toda la compleja experiencia del amor y la manera en que la vivimos, nos hace más benévolos o más morales.