Jugando en pareja

instrucciones para jugar en pareja

Planeación:

  1. Elige, junto con la persona que has escogido para compartir tu tiempo, el juego que a ambos apetezca.
  2. Lean con atención el instructivo (hay uno incluido siempre).
  3. Esmérense para entender las reglas. Al conocerlas, es posible que una o ambas partes decidan cambiar su elección. En ese caso, háganlo asegurándose de que ambos queden satisfechos.
  4. Las reglas de los juegos en pareja son sólo de dos, y por lo tanto, pueden ser modificadas con la intención de que el juego se acerque lo más posible a los intereses de ambos jugadores. Revisen a consciencia las reglas y adáptenlas con actitud abierta y flexible. Las reglas podrán modificarse siempre que alguno de los jugadores lo necesite.
  5. Asegúrate de que tanto tú como tu compañero estén motivados y contentos de jugar con las reglas adoptadas, adaptadas y acordadas.
  6. Realicen un primer recorrido de las jugadas iniciales para probar la comodidad de ambos jugadores.

¡A jugar!:

  1. Inicien el juego con actitud lúdica y curiosa.
  2. Mantengan a lo largo del juego una comunicación abierta, clara y directa.
  3. Será crucial no hacer trampas ni engañar. La confianza es un elemento esencial para el desarrollo del juego. Los engaños desmotivan a los jugadores y pueden provocar el abandono del juego. El propósito del juego es disfrutar y es decisión de cada quien permanecer en él el tiempo que lo desee. Si uno de los jugadores tiene la necesidad de hacer trampa quizá podría estar indicando que no está cómodo con el juego o sus resultados, discútanlo abiertamente y lleguen a acuerdos que a ambos les parezcan justos e interesantes para proseguir.
  4. Disfruta el juego y la compañía. Goza, entrégate, concéntrate, haz tu mejor intento, pon todo de ti y hazlo por ti. El grado de disfrute será directamente proporcional a la energía invertida en él.

Últimas recomendaciones:

  1. Si no ganas o el juego no acaba según tus planes, recuerda que el tiempo que duró fue placentero.
  2. Si uno de los jugadores, en algún momento, desea detener el juego, háblelo inmediatamente de manera clara y directa.
  3. Piensa en lo que te conviene. Quizá quieras jugar a algo distinto o incluso con alguien más. Es válido ver por ti y tu bienestar. El otro jugador puede no estar contento con detener el juego, pero deberá respetarlo de igual manera. Nadie puede jugar un juego que ya no le apetece; ninguno de los dos lo disfrutaría.
  4. En caso de que el juego termine, confía en que encontrarás otro juego u otro compañero de juego con quien compartir.

Una pareja no tiene por qué ser algo diferente a un par de buenos compañeros de juegos.

 

Tatiana Yedid Lastra

Agosto, 2017

¿Profesión? Domadora.

domadora

Así es, no ponga esa cara. Domestico fieras que muy pocos se atreven a encarar. Todos los días entreno y me enfrento a bestias salvajes: mis miedos.

Se necesita temple y fuerza de espíritu. Observar al animal directo a los ojos y escuchar cada uno de sus ruidos hasta comprenderlos: aprender de ellos. Se requiere convicción para iniciar las órdenes y controlar cuando el animal puede reconocer tu autoridad. Finalmente, paciencia hasta conseguir obediencia.

De a poco he aprendido a provocar a las bestias; lo suficiente para que se muevan y sólo lo indispensable para que no ataquen. El conocimiento íntimo de ellas, y la tensión en mi cuerpo me guían, me avisan hasta donde avanzar, cuándo dar descanso y cuándo protegerme.

Amanso animales salvajes, instintivos, obscuros. Confronto el peligro sin caer en la tentación de minimizarlo, midiendo riesgos; sabiendo que el peligro se encuentra frente y dentro de mí.

¿Por qué lo hago? Simple. Me devuelve grande, poderosa, dueña de mi misma. Absoluta. Trasciendo lo cotidiano y me desbordo de vida.

Mi misión es someter a cada una de estas fieras, amansarlas hasta estar tan cerca que pueda abrazarlas. Amarlas hasta volvernos uno.

5

Amé sus manos suaves desde la primera vez que estrecharon las mías y ese chispazo me recorrió entera. No pude resistir su abrazo sin cerradura y el calor de su cuerpo junto al mío. Marina era lo más cercano a un príncipe azul que mi piel había conocido, solitaria y sin palabras, a su mundo no le hacían falta puertas. Ella quiso ser mi roble y yo la bauticé mi hogar.

Nada me gustaba más que despertar y, aún antes de abrir los ojos, aspirar la felicidad que su aroma de canela despedía por toda la casa. Montada en su perfume viajé en el tiempo. Farid trajo a mi boca una explosión de sabores, la miel picante de su lengua era mi alimento perfecto. Le gustaba mezclarse y que yo encontrara la frescura de su aliento entre la multitud desnuda. Fui su México y él mi lejano oriente.

El día que lo vi volar, sentí mi corazón latir con más fuerza que nunca. Arturo era ligero, como yo lo soy en sueños, sus alas eran blancas y de una pureza tan deslumbrante que no le permitía tocar el suelo. Sólo él fue capaz de llegar conmigo a universos vírgenes que jamás serán dibujados en los mapas estelares. Eramos un par de locos imparables, queríamos verlo todo, vivirlo todo.

Uno de esos viajes me llevó hasta Antares, A-N-T-A-R-E-S… me enloquecieron sus letras, su canto y su silencio. En sus cartas reconocí el eco de mi alma. Entre sus líneas estaban las preguntas a respuestas que sigo y seguiré buscando. Sus puntos suspensivos escalaban por mis piernas y penetraban en mi intimidad como una tormenta de verano en la tierra. Éramos tinta y musa.

Ninguno era mío y yo pertenecía sólo a mi. Elegí compartirles mis días, mis sueños y mis miedos. Eran tiempos agridulces, negros, blancos, rosas y amarillos.
Aún hoy, pese a los años juntos, revueltos, cambiantes, solitarios o los amantes más o menos constantes, seguimos siendo cinco y no uno solo. Todavía pensamos diferente, pero siempre hemos sabido que nuestros lazos unen en lugar de atar.

Aún somos planetas completos y complejos, de mares traslúcidos que reflejan colores según quién nos mira. Y, a pesar de que cada uno traza su propia trayectoria, a veces las estrellas se alinean y somos capaces de ocupar el mismo espacio. Desafiamos las leyes de la física, la química y la sociedad. Sacudimos el mundo a besos, con risas sonoras y miradas coquetas, con bailes sin ton ni son y caricias dulces en cualquier lugar.

La energía

no se crea ni se destruye.

Nuestro amor

se divide

sólo para ser más grande.

 

*Imagen: Untitled (Five vertical lines), Paul Theck.