Hace unos días me encontré con un artículo que hablaba sobre la lealtad, específicamente la lealtad entre individuos que se relacionan de alguna manera sexo-afectiva o íntima. El artículo no me encantó; con el formato típico de las 6 características de alguien leal, se pasó insistiendo en la honestidad y la fidelidad como elementos de la lealtad. No culpo al artículo, de hecho la lealtad se suele definir como una virtud o un cumplimiento de las exigencias de las leyes de la fidelidad y las del honor (Wikipedia). Me parece una definición desafortunada, no cabe duda que las leyes de la fidelidad y del honor son construcciones sociales, por eso el desencanto con la lealtad. De repente estas leyes sirven a nacionalismos, al capitalismo, a la doctrina religiosa, al machismo, o a la brutal inseguridad de alguien que se ve en la necesidad de hacer reglas, se me ocurren un sinfín de tendencias sociales y personales que influyen en temas de fidelidad y honor, inclusive etimológicamente la palabra se relacionaba con el servicio al monarca.
Yo traigo la comezón del tema de la lealtad después de ese brillante diálogo de aquella comedia suavecita pero divertida “La vida inmoral de la pareja ideal” donde alguno de esos personajes subversivos declara “yo no soy fiel, soy leal” (si recuerdo correctamente). Parece contextualmente incorrecto dada la cercanía de ambos conceptos, pero a mí me resultó una puerta a la reflexión.
Josiah Royce, a quien de momento identifico como uno de los pocos filósofos en replantear el concepto de lealtad en su obra “La filosofía de la lealtad”, agrega otro enfoque. Usa las palabras compromiso o devoción a una causa externa e intuye que la lealtad es social. Seguro podremos discutir qué causas son las que crean lealtad, qué tipo de compromiso, pero de momento me sirve mucho poner una distancia entre lealtad y fidelidad.
La lealtad no parece subordinarse al acuerdo social o inclusive, las reglas de fantasía mental de tu pareja o afecto, uno escoge libremente la causa a la que se compromete. Si la lealtad es a la relación, si mi causa es propiamente la relación, ya que en ésta visualizo el Bien, entonces mi compromiso es con la salud emocional, con la intimidad, con la calidad afectiva, la libertad, el amor de la persona con la que me relaciono. Las reglas quedan al margen, el compromiso que acabo de mencionar está kilómetros arriba del tipo de acuerdos que hacemos a la ligera en forma de sacramentos o documentos gubernamentales. Utópicamente, en un mundo de personas leales no existiría la infidelidad, en lugar de eso tendríamos una gran cantidad de compromisos diversos y personas satisfechas persiguiendo sus causas afectivas.
Pero las nostalgias están llenas de utopías, tan sólo me gustaría insistir que si la lealtad es hoy la devoción que siento por mis relaciones, considérenme también alguien terriblemente infiel pero leal.
@Isaidva
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