Honestidad no es transparencia

La palabra honestidad proviene del latín honestitas que quiere decir honor, dignidad o consideración. Significa armonizar las palabras con los hechos; es buscar la congruencia entre lo que se piensa y lo que se hace.

Su contraparte es la deshonestidad, palabra relacionada con la mentira y la trampa. Es recurrir al engaño para conseguir de manera abusiva un beneficio. Significa no sólo no decir la verdad, sino estar conscientes de que lo estamos haciendo porque deseamos alcanzar un objetivo que pensamos que no se alcanzará de otra manera.

En otras palabras, la honestidad tiene que ver con ser honrado en las palabras, en la intención y en los actos. Ser honesto es decir la verdad, obrar en forma recta y clara, pero eso no significa tener decirlo todo: a menudo confundimos honestidad con transparencia.

Transparencia

La transparencia es una conducta que actualmente se promueve dentro de los vínculos afectivos como si fuera un valor en sí mismo. Se vive como la obligación de compartir, discutir y hablarlo todo con nuestra(s) pareja(s). Es una compulsión por hablar y compartir que llevamos a cabo de manera casi automática sin cuestionar su validez y sin reflexionar acerca de su conveniencia personal y/o relacional.

La privacidad

La transparencia, más que un dialogo constructivo parece una confesión. Se relaciona más con el control que con el amor y la cercanía. Compartirlo todo sin filtros erradica lo privado, personal e íntimo. La transparencia limita el derecho, la necesidad y el privilegio humano de tener una vida pública, una privada y otra, más íntima e individual. Esta conducta somete y subyuga nuestra privacidad.

Por si fuera poco, nuestros vínculos afectivos se nutren de nuestras diferencias, de los mundos independientes de cada uno de sus miembros. Cuando los mundos personales se reducen a favor de lo compartido, al poco tiempo el sistema carece de renovación, vigor, misterio y novedad. El riesgo es la pérdida de la identidad, situación bastante común en las parejas fusionales de la actualidad.

Poniendo ejemplos

Supongamos que salgo con mis amigxs y hablamos de la vida íntima de cada unx de nosotrxs. Posteriormente mi pareja me pregunta acerca de la plática.  Desde la transparencia, me vería obligada a contarle todo, a pesar de faltar al acuerdo de confidencialidad, lealtad y cuidado que tengo con mis amigxs. Desde la deshonestidad, contestaría que nada importante, que sólo pasamos un buen rato. Desde la honestidad bien entendida, contestaría que hablamos de temas personales sin necesidad de entrar en detalles que traicione ninguno de mis vínculos, incluido el de pareja.

Otro buen ejemplo puede ser nuestra vida sexual. Aun en las parejas tradicionales (léase monogámicas y exclusivas) se comparte una vida sexual común y una vida sexual personal e íntima sobre la que cada uno de nosotros decide el grado de privacidad, los temas y el momento en el que conviene compartirlo o no. Desafortunadamente a muchos se nos olvida que contamos con esa libertad.

Llevándolo a la práctica

  1. Analiza de manera individual las áreas de tu vida en las que te gustaría incorporar cierto grado de privacidad, los motivos y los beneficios que podría aportar de manera personal y al vínculo. Responde a las siguientes preguntas: ¿Qué actividades, tareas, tiempos, espacios quiero mantener privados e independientes a la relación?, ¿Qué conversaciones e información me gustaría mantener para mí?, ¿Cuándo y en qué circunstancias necesitaría hablar sobre ello y cuándo no?
  2. Coméntalo con tu(s) pareja(s). Intercambien sus necesidades.
  3. Traten de llegar a acuerdos con respecto al grado de privacidad que cada uno requiere.
  4. Revisa tus acuerdos de manera periódica y adáptalos a las necesidades cambiantes de cada vínculo.
  5. Será decisión de cada unx qué y cuándo se comparte información acerca de las áreas privadas. Esto implica necesariamente, asumir la responsabilidad de lo que se comparte y de lo que no.
  6. Recuerda que las áreas privadas no pueden transgredir los acuerdos, de otra forma ya no estamos hablando de privacidad sino de deshonestidad.

Conclusión

En temas de honestidad, es importante tener un ojo puesto en el cuidado de la relación y el otro dirigido al bienestar personal; un pie en la verdad y otro en el derecho a la intimidad. En pocas palabras, es el compromiso personal de equilibrar, de una manera totalmente personal, única y cambiante, nuestro mundo íntimo y el compartido.

 

Tatiana Yedid

Marzo, 2018

(Gracias Nilda Chiaraviglio por tu guía e inspiración)

 

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Jugando en pareja

instrucciones para jugar en pareja

Planeación:

  1. Elige, junto con la persona que has escogido para compartir tu tiempo, el juego que a ambos apetezca.
  2. Lean con atención el instructivo (hay uno incluido siempre).
  3. Esmérense para entender las reglas. Al conocerlas, es posible que una o ambas partes decidan cambiar su elección. En ese caso, háganlo asegurándose de que ambos queden satisfechos.
  4. Las reglas de los juegos en pareja son sólo de dos, y por lo tanto, pueden ser modificadas con la intención de que el juego se acerque lo más posible a los intereses de ambos jugadores. Revisen a consciencia las reglas y adáptenlas con actitud abierta y flexible. Las reglas podrán modificarse siempre que alguno de los jugadores lo necesite.
  5. Asegúrate de que tanto tú como tu compañero estén motivados y contentos de jugar con las reglas adoptadas, adaptadas y acordadas.
  6. Realicen un primer recorrido de las jugadas iniciales para probar la comodidad de ambos jugadores.

¡A jugar!:

  1. Inicien el juego con actitud lúdica y curiosa.
  2. Mantengan a lo largo del juego una comunicación abierta, clara y directa.
  3. Será crucial no hacer trampas ni engañar. La confianza es un elemento esencial para el desarrollo del juego. Los engaños desmotivan a los jugadores y pueden provocar el abandono del juego. El propósito del juego es disfrutar y es decisión de cada quien permanecer en él el tiempo que lo desee. Si uno de los jugadores tiene la necesidad de hacer trampa quizá podría estar indicando que no está cómodo con el juego o sus resultados, discútanlo abiertamente y lleguen a acuerdos que a ambos les parezcan justos e interesantes para proseguir.
  4. Disfruta el juego y la compañía. Goza, entrégate, concéntrate, haz tu mejor intento, pon todo de ti y hazlo por ti. El grado de disfrute será directamente proporcional a la energía invertida en él.

Últimas recomendaciones:

  1. Si no ganas o el juego no acaba según tus planes, recuerda que el tiempo que duró fue placentero.
  2. Si uno de los jugadores, en algún momento, desea detener el juego, háblelo inmediatamente de manera clara y directa.
  3. Piensa en lo que te conviene. Quizá quieras jugar a algo distinto o incluso con alguien más. Es válido ver por ti y tu bienestar. El otro jugador puede no estar contento con detener el juego, pero deberá respetarlo de igual manera. Nadie puede jugar un juego que ya no le apetece; ninguno de los dos lo disfrutaría.
  4. En caso de que el juego termine, confía en que encontrarás otro juego u otro compañero de juego con quien compartir.

Una pareja no tiene por qué ser algo diferente a un par de buenos compañeros de juegos.

 

Tatiana Yedid Lastra

Agosto, 2017