Un «te quiero» diferente

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No huyas si te digo que te quiero.

Mi amor no somete, entrega; no obliga ni aprisiona. Mi amor no pide nada a cambio, sólo nace en mí para alojarse en ti. No necesita respuesta a mis te quieros, el goce está en repartirlos. Mi amor no espera devoluciones, mucho menos aquellas dictadas por la convención. No quiere sacrificios, ni míos ni tuyos; no espera que seas diferente ni que escondas partes de ti.

Mi amor no busca exclusividad; crece y se expande para compartirse en felicidad. No tiene horarios, fronteras o espacios válidos; pasa de la obligación, alimentándose del deseo. Mi amor no exige fidelidad más que a sí mismo; se acuna en el placer de existir.

Mi amor no tiene candados ni caducidad; vive con las menores expectativas y se nutre de las sorpresas inesperadas. Mi amor no demanda, entrega; no cuesta, vale. Mi amor no se vende ni se compra, está lejos de ser intercambio. Mi amor no me vuelve tu vida; me convierte en tu amiga. Mi amor no amarra, une; no roba, recibe. Mi amor no resta; no promete, cumple. Mi amor no desgarra, acaricia. Mi amor no seca, humedece; no mata, inspira. Mi amor no apaga, provoca; no muerde, besa. Mi amor no es riesgo, es aventura. Mi amor no grita, canta.

No huyas si te digo que te quiero, deserta cuando no lo escuches más.

 

Tatiana Yedid

5 Febrero, 2018

 

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La boda

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Desde hace algún tiempo comenzaron los cuestionamientos, al principio esporádicos, «¿Cuándo traerás un novio a casa?», «¿Te gustan los hombres?», y algunos dichos como «Te quedarás para vestir santos», «Se te está pasando el tren», y mi favorita, «Te estás convirtiendo en la loca de los gatos». El año pasado todo fue a peor. No había día que no escuchara algo así de familia, amigos y demás personas. Lo cierto es que siempre soñé con una gran fiesta de boda, con un bonito vestido blanco de larga cola y en bailar “El Fantasma de la Ópera”, pero sobre todo un gran pastel de bodas, mi parte favorita de todos los enlaces a los que he asistido.
Después de mucho pensarlo, reuní a mis tres novios: Ramón, René y Raymundo. Hasta entonces habíamos tenido una relación a la medida. Les conté mis deseos de tener un festejo matrimonial y que ya era momento de sentar cabeza y continuar. Después de mucho platicar, todos estuvimos de acuerdo en la boda. Ramón y yo nos casaríamos. Fuimos a dar la noticia a las familias y a los amigos, lo cual causó tremenda sorpresa, y a su vez, la sospecha de que estaba embarazada. Los preparativos llevaron su tiempo. Yo estaba muy feliz con mi vestido y el pastel con un relleno de zarzamora, con nueces y envinado en biscocho bisabor, como siempre lo imaginé. He de aceptar que actúe egoísta, pues ni le pregunté a Ramón si le parecía bien (bueno, él es un tragón y no conozco aún algo a lo que no le entre).
Por fin el dia llegó, una ceremonia religiosa, más por darle gusto a la abuela, que por deseo propio. Después a la civil en el salón de fiestas. Nuestros testigos fueron Carol, mi amiga casi hermana, Raymundo, René y un hermano de Ramón. Todos nos felicitaron, y brindaron por nuestra felicidad y esta nueva familia que comenzábamos a formar en ese instante; aplausos y una que otra lagrimita por ahí. Por fin llego el momento del vals, Carol fue la maestra de ceremonias, «Que pasen al centro los recién esposos». Comenzó la música y el baile. Pasaron los abuelos y los padres con nosotros. Entonces Carol dijo, «Que pase René, el novio de la novia y Raymundo el otro novio de la novia.» René bailaba conmigo y Raymundo con Ramón y luego todos juntos. Se escuchó una voz, era el padre de Ramón «¿Qué significa esto?», gritó furibundo.

Mi padre respondió enseguida «Pero, ¿Qué burla es esta?» Carol dijo,  «Tranquilos caballeros esto es amor.» Ahí al centro de la pista les explicamos que desde hacía un tiempo teníamos una relacion a la medida, única y libre, y que habíamos decidido empezar una vida juntos. Explicamos que a partir de ese día viviríamos juntos, y que como no se nos permite casarnos en grupo, se echó un «piedra, papel o tijeras» para ver qué nombre aparecería en el papel. «Lo que nosotros queremos es festejar el amor con los que amamos.» Hubo aplausos y desencajes, uno que otro gritito de mis tías. «Mira qué golosa sobrina». Mi padre y el de Ramón no lo tomaron bien. Aun no nos hablan… esperemos que con el tiempo. Siguió corriendo el alcohol,  la música y fue una gran fiesta. Así fue como decidimos dar comienzo a una etapa nueva «saliendo del closet».

 

Foto de Mauricio Rentería

El precio de ser diferente

think different

 

When we lose the right to be different, we lose the privilege to be free.

– Charles Evans Hughes

 

Soy, pero no del todo. Me interesa, pero no me identifico totalmente. Aprendo sin convertirme…esta es la historia de mi vida, quien me conoce lo sabe.

Desde pequeña crecí con la sensación difusa de que no pertenecía del todo a mi familia. Había algo que me distinguía. De algún modo cuando todos estaban de acuerdo, yo no. Percibía las cosas de manera diferente. Me llegué a sentir tan distinta que la ilusión de ser adoptada giraba constantemente en mi cabeza. Era la que sembraba la duda, la que incomodaba con otras perspectivas, la que nunca estaba de acuerdo, la que después de las quejas y los cuestionamientos sólo le quedaba hacer huelga…y a esa edad, sólo había dos posibilidades: huelga de hambre o de silencio. Evidentemente nunca duraban más de algunas horas (¡pobres de mis padres!).

Pasé por el colegio (el mismo desde kínder hasta preparatoria), la universidad, más escuelas y varios trabajos. Me adaptaba sin dificultad, aprendía, conocía, pero persistió esa sensación de ser discrepante (desconozco si muchas personas la experimentan, pero algunos de mis pacientes sí lo han expresado).

Como todo, vivir así ha tenido su lado positivo y su contraparte. Hoy, con más palabras para nombrar, con más distancia para reconocer y con más años de vida, entiendo que tengo un asunto con la homogeneización, con la normatividad que no reconoce diferencias; en otras palabras, la pertenencia a grupos no es lo mío. Por supuesto que formo parte, -a medias, quiero pensar-, de muchos, como todos nosotros que vivimos en sociedad: tengo una familia de origen y una formada en pareja, formo parte de varias escuelas, convivo con diferentes grupos sociales, pertenezco a un gremio y a un género, etc. En cada caso, encuentro cosas en común con las personas del grupo, pero también otras tantas muy diferentes, que me colocan con un pie dentro y otro fuera, me llevan a ser “ni de aquí ni de allá”, valga la expresión.

Es difícil ser diferente (soy complicada, nunca lo he negado). Para comenzar, las personas que nos sentimos diferentes cuestionamos. Nos preguntamos todo e inquietamos a otros con las mismas preguntas. Tenemos muchas dudas y pocas respuestas. Las respuestas comunes suelen no sernos suficientes, nos queda una batería de incógnitas personales por resolver. Solemos carecer de referencias en la vida, no contamos con muchos modelos a seguir ni héroes que admirar. Las alternativas más socorridas no son las nuestras, y nos vemos en la necesidad de inventar las propias. Vivimos codo a codo con la incertidumbre, la duda, el miedo a equivocarnos y la inseguridad que acecha tras lo desconocido.

Sin embargo, hoy más que nunca, pienso que son más y mejores las ventajas de ser diferente. Ese estado me ha impulsado a diferenciarme, a admitir que soy distinta y a buscar mis propias respuestas y caminos únicos, en resumen, a descubrirme a mí misma. Me ha permitido preguntar hasta el cansancio y obtener montones de respuestas, a partir de las cuales he construido las mías. Me ha provocado esta necesidad casi compulsiva de aprender, me ha empujado a cambiar y evolucionar.

En conclusión, sentirme diferente me ha llevado a sacrificar respaldo para permitirme unicidad, a perder seguridad para ganar autonomía. Para mí, ha sido el camino de la autenticidad, la responsabilidad y la libertad. Lo que en tantas ocasiones ha sido motivo de dolor e inseguridad, lo he capitalizado como uno de los rasgos de personalidad que más me ha permitido crecer. Hoy valoro y recreo grupos donde lo diverso y auténtico es amado. Son los espacios a los que pertenecen las hermosas y singulares personas con las que comparto la vida.

Y tú ¿te atreves a vivir diferente?

Tatiana Yedid Lastra

Enero, 2018

 

Ella vino a quedarse

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Simone de Beauvoir ha causado un tremendo interés en mi vida, en especial entender a la mujer detrás de la leyenda. En esa búsqueda me encontré el libro Tête à Tête de Hazel Rowley que es un intento de biografía basada en las cartas de Simone y de Jean-Paul Sarte, centrada específicamente en su vida romántica.  Yo pretendo escribir sobre un tema puntual, quiero hablar de la relación no-monógama de las dos mentes más brillantes de esa época, una de las primeras relaciones no-monógamas bien documentadas y suficientemente cuestionadas, no por el exterior sino por ellos mismos. No pretendo entrar tampoco en la corriente existencialista de la filosofía que representaron, tampoco en la polémica participación de Simone en los temas de feminismo (seguro me tomare más de una ocasión para hablar del tema). Esta parte de mi revisión cubre el tiempo desde que se conocieron hasta la primera publicación de Simone: “Ella vino a quedarse” de 1943.

Dice Simone que la libertad no es un tema fácil, viene con la angustia de la elección y la carga de la responsabilidad, pero ella lo entendió mejor que muchos. Fue Sarte quien le ofreció ese regalo, parafraseándolo dijo: “Es el regalo más fino que te puedo hacer.. tu preciosa libertad” Simone tomó ese regalo y no lo regresó, aún en un par de ocasiones donde Sarte dudó sobre la relación, fue Simone quien se mantuvo firme a su compromiso de libertad y honestidad. Es aquí donde me detengo a reflexionar que una relación abierta no es un camino sin dudas, ni es camino de certezas, no lo fue para los filósofos reconocidos por su capacidad de definir lo que es la libertad y no lo será para aquellos que seguimos sus pasos.

La atracción de Simone y de Sarte fue brutalmente intelectual, algo que muchos autores no logran entender. No fue de naturaleza física, ambos aceptan en sus confesiones que su vínculo físico era pobre. No fue en un proyecto común, nunca vivieron juntos, pero sí fue una relación intelectual diseñada según sus intereses y apetencias, así como lo fue su vida. Compartían la pasión de escribir, la pasión de aprender y la complicidad que su relación honesta les permitía; «Un contrato basado en la verdad y no en la pasión», así lo describía Simone.

Olga Kosakiewicz  fue el primer experimento de la pareja (por llamarlo así), el unicornio perfecto. En ella ambos encontraron el tercero que agregaba el componente de la pasión. Es curioso pensar que muchos en el trayecto de abrir su relación tienden a la búsqueda del unicornio. El resultado fue un desastre, Olga fue arrasada por la expectativa de la pareja, al grado que optó por ser monógama y su relación con los filósofos quedó en una austera amistad llena de conflictos futuros.

Es Simone la que actúa más como poliamorosa. Ella les llama «sus amores sensuales», son todo lo que Sarte no es, son pasión, son ternura, son amor. Uno de ellos fue Bost Jaques-Laurent, el prometido de Olga, y el drama perfecto debido a que Olga no lo sabía, fue la inspiración necesaria para la novela de Simone: “Ella vino a quedarse”. Mientras todo esto ocurría, Sarte celebraba su relación con Wanda Kosakiewicz, la hermana de Olga. Puedo anticipar los apuros, puedo imaginar lo predecible que es esto cuando tus vínculos son tan cercanos entre ellos. Una frase que me impacta de un purista de la honestidad y racional como Sarte fue “Hay gente a la que simplemente tenemos que mentir” porque pensaba que Olga no podría manejar el affair de su prometido y el nuevo amor de su hermana. Bastante imperfecto, bastante cínico, pero me parece real. Es real aceptar la imperfección en nuestras relaciones no-monogamas que aspiran a ser éticas, pero que están en el proceso.

Finalmente me preguntaba cómo le hacían dos escritores prolíficos, activistas, profesores, para compaginar sus vidas con todos los afectos que los rodearon, bueno la respuesta está en la enorme cantidad de cartas que redactaban. Simone y Sarte eran muy buenos en eso, sus cartas extendían sus deseos y sus sentimiento haciendo de esto una presencia continua con sus amantes, no evito pensar el tiempo que ahora pasamos en otros medios como el teléfono o los chats, se hizo en el pasado y se hace ahora, un uso de la virtualidad que va a caracterizar las relaciones como complemento del tiempo restringido.

De estos años de la relación de Simone y Sarte creo que podemos rescatar algunas conclusiones como la importancia de diseñar nuestra relación según los intereses de los que la integran, sin dejar entrar ninguna voz del exterior. Aceptar que el camino está lleno de errores y aprendizajes,  no va a ser perfecto y no tenemos por qué aferrarnos a esta perfección y a usar gustosamente otros medios para comunicarnos como las maravillosas cartas de Simone y Sarte.

@isaidva

5

Amé sus manos suaves desde la primera vez que estrecharon las mías y ese chispazo me recorrió entera. No pude resistir su abrazo sin cerradura y el calor de su cuerpo junto al mío. Marina era lo más cercano a un príncipe azul que mi piel había conocido, solitaria y sin palabras, a su mundo no le hacían falta puertas. Ella quiso ser mi roble y yo la bauticé mi hogar.

Nada me gustaba más que despertar y, aún antes de abrir los ojos, aspirar la felicidad que su aroma de canela despedía por toda la casa. Montada en su perfume viajé en el tiempo. Farid trajo a mi boca una explosión de sabores, la miel picante de su lengua era mi alimento perfecto. Le gustaba mezclarse y que yo encontrara la frescura de su aliento entre la multitud desnuda. Fui su México y él mi lejano oriente.

El día que lo vi volar, sentí mi corazón latir con más fuerza que nunca. Arturo era ligero, como yo lo soy en sueños, sus alas eran blancas y de una pureza tan deslumbrante que no le permitía tocar el suelo. Sólo él fue capaz de llegar conmigo a universos vírgenes que jamás serán dibujados en los mapas estelares. Eramos un par de locos imparables, queríamos verlo todo, vivirlo todo.

Uno de esos viajes me llevó hasta Antares, A-N-T-A-R-E-S… me enloquecieron sus letras, su canto y su silencio. En sus cartas reconocí el eco de mi alma. Entre sus líneas estaban las preguntas a respuestas que sigo y seguiré buscando. Sus puntos suspensivos escalaban por mis piernas y penetraban en mi intimidad como una tormenta de verano en la tierra. Éramos tinta y musa.

Ninguno era mío y yo pertenecía sólo a mi. Elegí compartirles mis días, mis sueños y mis miedos. Eran tiempos agridulces, negros, blancos, rosas y amarillos.
Aún hoy, pese a los años juntos, revueltos, cambiantes, solitarios o los amantes más o menos constantes, seguimos siendo cinco y no uno solo. Todavía pensamos diferente, pero siempre hemos sabido que nuestros lazos unen en lugar de atar.

Aún somos planetas completos y complejos, de mares traslúcidos que reflejan colores según quién nos mira. Y, a pesar de que cada uno traza su propia trayectoria, a veces las estrellas se alinean y somos capaces de ocupar el mismo espacio. Desafiamos las leyes de la física, la química y la sociedad. Sacudimos el mundo a besos, con risas sonoras y miradas coquetas, con bailes sin ton ni son y caricias dulces en cualquier lugar.

La energía

no se crea ni se destruye.

Nuestro amor

se divide

sólo para ser más grande.

 

*Imagen: Untitled (Five vertical lines), Paul Theck.