¡¿NINFÓMANA?!

El sabía lo que yo opinaba de la ninfomanía: que era una forma de estigmatizar a las mujeres a través de su vida sexual acusándolas de compulsivas y promiscuas. Aun así, después de años de conocernos, me planteó LA pregunta:

¿No crees que … no podría ser que … no serás n-i-n-f-ó-m-a-n-a?

Me quedé paralizada sin entender lo que acababa de escuchar, como cuando recibes un balonazo y no sabes qué pasó ni de dónde llegó el golpe. Tan pronto pude reaccionar, mi mente se inundó de preguntas.

¿De qué me está hablando? ¿Me conoce realmente? ¿Dónde ha estado las veces que he compartido mi intimidad con él? ¿Qué detalles imaginará? ¿Entenderá lo que tantas veces hemos hablado? ¿Qué cree que han significado nuestros encuentros? ¡¿A quién tengo enfrente?!

Al poco tiempo, las preguntas que me taladraban la cabeza cambiaron su curso. ¿Cómo era posible que él me cuestionara así? Él, que comparte la sexualidad conmigo, que sabe hasta de la vida sexual que no compartimos, que tantas veces ha sido mi confidente y con quien pacté un vínculo de no exclusividad hace tanto tiempo. Él, con quien he compartido mis búsquedas, mis experiencias, mis reflexiones y conclusiones. Él, quien yo creía que vivía la sexualidad igual que yo.

Quizá no me había dado cuenta de cuántas cosas se mueven en un hombre ante la sexualidad femenina, o no medí el impacto de la libertad sexual ¿Habría perdido de vista que, a pesar de ser distinto, sigue siendo un hombre en un mundo donde las mujeres recatadas es lo deseable y donde cualquier mujer que viva y exprese su sexualidad de otra manera es considerada pervertida, enferma, u obsesiva? Probablemente no me había dado cuenta de cómo mi sexualidad amenaza, y de las tantas maniobras de las que pueden echar mano, hombres y mujeres, para regresar a alguien al redil.

Y pensaba: No, no me considero ninfómana. Soy una mujer que vive y decide su vida sexual de manera autónoma, batallando contra juicios y prejuicios. Soy una mujer que goza de su cuerpo y del placer que le proporciona. Una mujer adulta que decide libremente con quién comparte su cuerpo y su deseo. No miento, no engaño, no confundo. No participo en los juegos tradicionales del cazador y su presa. Cuando una persona me atrae, se lo digo abiertamente y mi cuerpo da los siguientes pasos. Soy una mujer que toma iniciativa. Sé lo que quiero, encontrarlo o pedirlo. Sé decir no y no dependo de otro para que lo haga por mí. Mi sexualidad no pasa por el compromiso o la conveniencia. Soy una mujer que busca su propio placer y el de las personas con las que se relaciona. No he tenido una única pareja sexual y eso no me hace promiscua. Mis elecciones nunca son irresponsables, impulsivas, descuidadas, peligrosas o «histéricas». La libertad, el amor, el placer, la responsabilidad y la honestidad son la base de todas mis relaciones, sean o no sexuales.

No. Definitivamente no me considero ninfómana, me considero libre. Libre en todos esos sentidos y más.

Sus dudas surgieron de la ignorancia, del control, o del miedo, no lo sé. Pero no dejo de cuestionarme… ¿si fuera hombre, alguien me haría la misma pregunta?

Tatiana Yedid Lastra
Noviembre, 2017

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