Un «te quiero» diferente

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No huyas si te digo que te quiero.

Mi amor no somete, entrega; no obliga ni aprisiona. Mi amor no pide nada a cambio, sólo nace en mí para alojarse en ti. No necesita respuesta a mis te quieros, el goce está en repartirlos. Mi amor no espera devoluciones, mucho menos aquellas dictadas por la convención. No quiere sacrificios, ni míos ni tuyos; no espera que seas diferente ni que escondas partes de ti.

Mi amor no busca exclusividad; crece y se expande para compartirse en felicidad. No tiene horarios, fronteras o espacios válidos; pasa de la obligación, alimentándose del deseo. Mi amor no exige fidelidad más que a sí mismo; se acuna en el placer de existir.

Mi amor no tiene candados ni caducidad; vive con las menores expectativas y se nutre de las sorpresas inesperadas. Mi amor no demanda, entrega; no cuesta, vale. Mi amor no se vende ni se compra, está lejos de ser intercambio. Mi amor no me vuelve tu vida; me convierte en tu amiga. Mi amor no amarra, une; no roba, recibe. Mi amor no resta; no promete, cumple. Mi amor no desgarra, acaricia. Mi amor no seca, humedece; no mata, inspira. Mi amor no apaga, provoca; no muerde, besa. Mi amor no es riesgo, es aventura. Mi amor no grita, canta.

No huyas si te digo que te quiero, deserta cuando no lo escuches más.

 

Tatiana Yedid

5 Febrero, 2018

 

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Donde los amores no matan

Aún me sorprende cuántos caminos me llevan de vuelta a ti y a tu misterio.

Esta noche quiero imaginar que crecimos en otro mundo, uno donde entre sueños escuchábamos las aventuras de héroes y heroínas que vivían amores diversos, sin límites, sin etiquetas, sin posesión, sin miedo a la pérdida porque somos entes completos. Historias donde ni la intimidad, ni el corazón tenían deudas sociales y eran fieles a sí mismos por sobre todas las cosas.

Me pregunto qué sería de nosotros si hubiéramos aprendido que el amor es infinito, que el amor ni es exclusivo ni es excluyente, que es posible amar y ser libres para seguir amando, que para ser buenos padres no hace falta ser esposos.

Me gusta creer que ese mundo es posible y que ahí, donde los amores no matan, hay un presente para nosotros.DLANM

Ella vino a quedarse

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Simone de Beauvoir ha causado un tremendo interés en mi vida, en especial entender a la mujer detrás de la leyenda. En esa búsqueda me encontré el libro Tête à Tête de Hazel Rowley que es un intento de biografía basada en las cartas de Simone y de Jean-Paul Sarte, centrada específicamente en su vida romántica.  Yo pretendo escribir sobre un tema puntual, quiero hablar de la relación no-monógama de las dos mentes más brillantes de esa época, una de las primeras relaciones no-monógamas bien documentadas y suficientemente cuestionadas, no por el exterior sino por ellos mismos. No pretendo entrar tampoco en la corriente existencialista de la filosofía que representaron, tampoco en la polémica participación de Simone en los temas de feminismo (seguro me tomare más de una ocasión para hablar del tema). Esta parte de mi revisión cubre el tiempo desde que se conocieron hasta la primera publicación de Simone: “Ella vino a quedarse” de 1943.

Dice Simone que la libertad no es un tema fácil, viene con la angustia de la elección y la carga de la responsabilidad, pero ella lo entendió mejor que muchos. Fue Sarte quien le ofreció ese regalo, parafraseándolo dijo: “Es el regalo más fino que te puedo hacer.. tu preciosa libertad” Simone tomó ese regalo y no lo regresó, aún en un par de ocasiones donde Sarte dudó sobre la relación, fue Simone quien se mantuvo firme a su compromiso de libertad y honestidad. Es aquí donde me detengo a reflexionar que una relación abierta no es un camino sin dudas, ni es camino de certezas, no lo fue para los filósofos reconocidos por su capacidad de definir lo que es la libertad y no lo será para aquellos que seguimos sus pasos.

La atracción de Simone y de Sarte fue brutalmente intelectual, algo que muchos autores no logran entender. No fue de naturaleza física, ambos aceptan en sus confesiones que su vínculo físico era pobre. No fue en un proyecto común, nunca vivieron juntos, pero sí fue una relación intelectual diseñada según sus intereses y apetencias, así como lo fue su vida. Compartían la pasión de escribir, la pasión de aprender y la complicidad que su relación honesta les permitía; «Un contrato basado en la verdad y no en la pasión», así lo describía Simone.

Olga Kosakiewicz  fue el primer experimento de la pareja (por llamarlo así), el unicornio perfecto. En ella ambos encontraron el tercero que agregaba el componente de la pasión. Es curioso pensar que muchos en el trayecto de abrir su relación tienden a la búsqueda del unicornio. El resultado fue un desastre, Olga fue arrasada por la expectativa de la pareja, al grado que optó por ser monógama y su relación con los filósofos quedó en una austera amistad llena de conflictos futuros.

Es Simone la que actúa más como poliamorosa. Ella les llama «sus amores sensuales», son todo lo que Sarte no es, son pasión, son ternura, son amor. Uno de ellos fue Bost Jaques-Laurent, el prometido de Olga, y el drama perfecto debido a que Olga no lo sabía, fue la inspiración necesaria para la novela de Simone: “Ella vino a quedarse”. Mientras todo esto ocurría, Sarte celebraba su relación con Wanda Kosakiewicz, la hermana de Olga. Puedo anticipar los apuros, puedo imaginar lo predecible que es esto cuando tus vínculos son tan cercanos entre ellos. Una frase que me impacta de un purista de la honestidad y racional como Sarte fue “Hay gente a la que simplemente tenemos que mentir” porque pensaba que Olga no podría manejar el affair de su prometido y el nuevo amor de su hermana. Bastante imperfecto, bastante cínico, pero me parece real. Es real aceptar la imperfección en nuestras relaciones no-monogamas que aspiran a ser éticas, pero que están en el proceso.

Finalmente me preguntaba cómo le hacían dos escritores prolíficos, activistas, profesores, para compaginar sus vidas con todos los afectos que los rodearon, bueno la respuesta está en la enorme cantidad de cartas que redactaban. Simone y Sarte eran muy buenos en eso, sus cartas extendían sus deseos y sus sentimiento haciendo de esto una presencia continua con sus amantes, no evito pensar el tiempo que ahora pasamos en otros medios como el teléfono o los chats, se hizo en el pasado y se hace ahora, un uso de la virtualidad que va a caracterizar las relaciones como complemento del tiempo restringido.

De estos años de la relación de Simone y Sarte creo que podemos rescatar algunas conclusiones como la importancia de diseñar nuestra relación según los intereses de los que la integran, sin dejar entrar ninguna voz del exterior. Aceptar que el camino está lleno de errores y aprendizajes,  no va a ser perfecto y no tenemos por qué aferrarnos a esta perfección y a usar gustosamente otros medios para comunicarnos como las maravillosas cartas de Simone y Sarte.

@isaidva

¿Amor? Ni sacrificio ni dependencia. Revisando el concepto.

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Nuestro concepto de amor es subjetivo y cambiante. Se va formando con base en los aprendizajes sociales y familiares, sumado a nuestra experiencia de vida. Por lo tanto, existen tantas definiciones de amor como individuos.

Donde parece haber mayor consenso es al reconocer a las personas a las que más amamos. Generalmente, el primer lugar lo ocupan los hijos, seguido de las parejas sentimentales y los padres.

Mostramos, también, coincidencias al identificar nuestras manifestaciones amorosas, es decir, lo que hacemos por quien amamos: dedicar tiempo, escuchar y comprender, aceptar sin juicios, respetar, acompañar, felicitar, ayudar, nutrir, cuidar, demostrar cariño física y verbalmente, identificar sus necesidades, darle descanso y placer, divertirse junt@s y proveer un espacio de confianza, principalmente.

Las formas en las que demostramos nuestro amor suelen coincidir con las maneras en las que nosotros mismos nos sentimos amados. Aquí es donde la situación se complica

¿Todo eso que hacemos por quien amamos, lo hacemos por nosotros mismos?

En otras palabras, ¿sabes amarte? La verdad es que no. No estamos acostumbrados a pertenecer a la lista de las personas a las que más amamos, mucho menos, a ocupar el primer lugar.  ¿Por qué? ¿No es deseable… o incluso, necesario?

Del sacrificio a la dependencia

Socialmente se nos enseña a hacer cosas por el otro, a darle prioridad dejándonos de lado. Culturalmente (y en el caso de las mujeres con mayor fuerza), se promueve la abnegación y el sacrificio “en nombre del amor”, sin darnos cuenta de que estamos construyendo trampas y cadenas.

¿Qué pasa si vivo mi vida pensando en ti, tratando de “hacerte feliz”, resolviendo tus necesidades a través del sacrificio personal? ¡Claro! Lo que espero es, nada más y nada menos, que tú me correspondas, estableciendo así relaciones en las que la regla implícita es “yo veo por ti y tú por mí”, es decir, “me pongo en tus manos”.

Siguiendo esta fórmula, nos creemos la idea de que ver por uno mismo es egoísmo, ingratitud y hasta crueldad. Sin saber reconocer nuestras necesidades, esperamos que otro las satisfaga, reproduciendo así, de manera inconsciente, relaciones codependientes.  Nos tornamos hambrientos de amor, atención y reconocimiento. Seres que no sabemos, y hasta creemos que no debemos, autoproveernos. La responsabilidad queda desterrada igual que la libertad del otro a quien encadenamos a nuestras carencias.

Hace falta fuerza, una buena cantidad consciencia y rebeldía para entender que existen otras formas de relacionarnos.

Del egoísmo a la libertad

El cambio se logra aprendiendo a satisfacer nuestras necesidades emocionales. ¿Cómo? No siempre es fácil verlo o llevarlo a cabo, pero la respuesta está justo enfrente: haciendo lo mismo que hacemos por el otro, pero esta vez, hacerlo por nosotros mismos. AMÁNDONOS, dedicándonos todos esos cuidados, ese tiempo, esa capacidad de comprensión y escucha, esos mimos y placeres de la vida.

Si me amo, nunca más mendigaré amor. No significa que no disfrutemos recibirlo o que no nos haga sentir especiales, se trata simplemente de satisfacernos de modo que podamos disfrutar más libremente cuando nos alcance el amor de otro.

Porque, ¿qué será más libre: relacionarme contigo desde mis carencias o desde el deseo de compartir contigo?

Requerimos un cambio de paradigmas a favor de la responsabilidad y madurez. No es egoísta quien piensa en sí mismo y ve por sus necesidades. No es egoísta quien decide amarse y reconocer que es la persona más importante en su vida. Egoísta, quien busca desesperadamente encadenar a otro para depositarle sus carencias.

Amor a uno mismo

El verdadero amor es ese que se gesta entre dos personas completas, plenas, que saben amarse a sí mismas y resolver su vida. Cuando lo logremos, nos relacionaremos con individuos maduros y responsables. No necesitaremos de alguien para resolver nuestras necesidades ni nos responsabilizaremos de las de otros. Sólo así podemos construir relaciones de verdadera libertad.

La próxima vez que pienses en regalos de amor, empieza por comprar flores para ti.

Tatiana Yedid Lastra

Febrero, 2017

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Amé sus manos suaves desde la primera vez que estrecharon las mías y ese chispazo me recorrió entera. No pude resistir su abrazo sin cerradura y el calor de su cuerpo junto al mío. Marina era lo más cercano a un príncipe azul que mi piel había conocido, solitaria y sin palabras, a su mundo no le hacían falta puertas. Ella quiso ser mi roble y yo la bauticé mi hogar.

Nada me gustaba más que despertar y, aún antes de abrir los ojos, aspirar la felicidad que su aroma de canela despedía por toda la casa. Montada en su perfume viajé en el tiempo. Farid trajo a mi boca una explosión de sabores, la miel picante de su lengua era mi alimento perfecto. Le gustaba mezclarse y que yo encontrara la frescura de su aliento entre la multitud desnuda. Fui su México y él mi lejano oriente.

El día que lo vi volar, sentí mi corazón latir con más fuerza que nunca. Arturo era ligero, como yo lo soy en sueños, sus alas eran blancas y de una pureza tan deslumbrante que no le permitía tocar el suelo. Sólo él fue capaz de llegar conmigo a universos vírgenes que jamás serán dibujados en los mapas estelares. Eramos un par de locos imparables, queríamos verlo todo, vivirlo todo.

Uno de esos viajes me llevó hasta Antares, A-N-T-A-R-E-S… me enloquecieron sus letras, su canto y su silencio. En sus cartas reconocí el eco de mi alma. Entre sus líneas estaban las preguntas a respuestas que sigo y seguiré buscando. Sus puntos suspensivos escalaban por mis piernas y penetraban en mi intimidad como una tormenta de verano en la tierra. Éramos tinta y musa.

Ninguno era mío y yo pertenecía sólo a mi. Elegí compartirles mis días, mis sueños y mis miedos. Eran tiempos agridulces, negros, blancos, rosas y amarillos.
Aún hoy, pese a los años juntos, revueltos, cambiantes, solitarios o los amantes más o menos constantes, seguimos siendo cinco y no uno solo. Todavía pensamos diferente, pero siempre hemos sabido que nuestros lazos unen en lugar de atar.

Aún somos planetas completos y complejos, de mares traslúcidos que reflejan colores según quién nos mira. Y, a pesar de que cada uno traza su propia trayectoria, a veces las estrellas se alinean y somos capaces de ocupar el mismo espacio. Desafiamos las leyes de la física, la química y la sociedad. Sacudimos el mundo a besos, con risas sonoras y miradas coquetas, con bailes sin ton ni son y caricias dulces en cualquier lugar.

La energía

no se crea ni se destruye.

Nuestro amor

se divide

sólo para ser más grande.

 

*Imagen: Untitled (Five vertical lines), Paul Theck.